14 Sep Un master en mentiras
“Puedes engañar a unos pocos todo el tiempo; puedes engañar a todo el mundo un tiempo; pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Hace 200 años el presidente de EE.UU, Abraham Lincoln ya ponía de manifiesto la importancia de la mentira. 200 años después, la tierra de las oportunidades es también gracias a la velocidad de propagación de los medios digitales la tierra de las mentiras y las noticias falsas. La era de la posverdad y las fake news.
Y es que la mentira está arraigada en nuestra sociedad y forma parte de ella desde tiempos inmemoriales. De hecho, podríamos argüir que la primera mentira de la historia es la de Satán convertido en serpiente engañando a Eva para probar el fruto prohibido. Hoy Google devuelve más de 60 millones de resultados relacionados con la palabra “mentira”.
Y es lógico. Hay mentiras descaradas, mentiras arriesgadas, mentiras o medias verdades, mentiras edulcoradas, mentiras dañinas… Hay quien miente porque disfruta y quien sufre al mentir. De hecho hay todo un arte en la identificación de la mentira. En la serie “Lie to me” el Doctor Carl Lihgtman analizaba las expresiones faciales, el movimiento corporal y el tono de voz para determinar si una persona estaba mintiendo.
Pero incluso la tecnología puede ayudar en la mentira. Un grupo de científicos de la Universidad de Erlangen-Núremberg, el Instituto de informática de la Sociedad Max Planck, y la Universidad Stranford presentaron hace ya dos años el funcionamiento del sistema face2face por el que podían coger cualquier vídeo de YouTube y sustituir los rasgos de la cara. Es decir, si antes una cámara de televisión podía recoger las expresiones de la cara de un personaje público ante una reacción, por ejemplo un político respondiendo a una pregunta incómoda, ahora con esta tecnología se podría manipular el video para que ese gesto de sorpresa, duda, temor… se convirtiera en un gesto firme y de convicción.
Periodismo y mentiras
Pero más allá del mundo político, donde la mentira se ha consolidado como herramienta habitual de marketing, el mundo empresarial no escapa a la mentira. Y el periodista siempre está al acecho del fallo, del renuncio, de la incongruencia, del dato que no concuerda… para destapar la noticia. Claro que como ya contamos en el blog, muchas veces por intereses del medio, la noticia realmente está en lo que el titular esconde.
En el mundo de la comunicación no se trata de mentir, sino de contar y poner énfasis en la parte que más te interesa destacar. Se hace cada trimestre con los resultados financieros de las compañías, donde cada una saca a relucir pecho en aquella línea contable que mejor suena, y lo hacen las empresas cada vez que presentan algún producto. Basta como ejemplo la última presentación de Apple, donde el foco estuvo en los nuevos iPhone, pero los periodistas también descubrieron algunas ausencias notables que no se comentaron por parte de la compañía de Cupertino, como dejar de vender el flamante iPhone X del año pasado o no comentar novedades de los Air Pods.
“Mentiras arriesgadas”, “Pequeñas mentiras sin importancia”, “Increíble pero falso”, “Rumores y mentiras”, “Cortina de humo”… la gran pantalla está llena de ejemplos que rinden culto a la mentira. Como la gran mentira en la que vive Truman o la bella mentira en la que vive el pequeño Giosué en “La vida es bella”. O sin ir más lejos la recién estrenada “La casa de las flores” en Netflix, donde la idílica y exitosa vida de una familia en torno a una florería familiar esconde muchos secretos.
Podríamos decir que la mentira forma casi parte de nuestro ADN. Incluso hay quienes se aventuraron a dar una explicación científica. El estudio-documental del profesor Dan Ariely (Dis)Honesty: la verdad detrás de las mentiras trataba de ahondar en las razones que nos llevan a mentir: por qué lo hacemos, cuándo lo hacemos y por qué la sociedad padece de mentiras piadosas. Una de las conclusiones es aterradora: el 80% de las personas miente de forma automática. Quizás es un mecanismo de autodefensa, pensando que una pequeña mentira puede darnos un rédito sin causar daño ajeno. Y al final entras en una espiral donde la mentira te la haces a ti mismo.
Los recientes casos de los masters y dimisiones han puesto de manifiesto que una mentira lleva a otra y en algún momento el universo paralelo que hemos creado estalla. Quizás el mantra esté en repetir una y otra vez la misma mentira, como cuando Bill Clinton afirmaba no haber tenido relaciones sexuales con Monica Lewinski. Lo dijo una vez, lo reafirmó otra y lo ratificó otras tantas. Hasta que dijo aquello de señores, ahora discúlpenme que tengo que trabajar. Will Bloom en la película “Big Fish” reflexionaba sobre el hecho de que un hombre cuenta su historia tantas veces que se convierte en su propia historia. Viven después de su muerte y por esa razón se vuelve inmortal.
Formación de portavoces
Y es que discernir entre los hechos y la ficción puede resultar complicado. Mentir en una entrevista puede solucionar puntualmente un apuro. Pero a la larga, la hemeroteca digital de los periódicos o tu mismo con tu historial de redes sociales, acabarán destapando la mentira. Y desdiciendo las verdades que tanto defendías. Por eso, mejor que mentir, es prepararse concienzudamente lo que quieres contar. Al fin y al cabo, ¿cuánto tiempo dedicas en preparar ese powerpoint para el comité de dirección que van a leer una decena de personas? ¿Y para la entrevista con ABC, Expansión o Antena3 que van a leer cientos de miles de personas?
Salir a hablar con los medios requiere de un largo trabajo previo que en Noizze Media solemos trabajar de forma teórica y práctica en nuestros cursos de formación de portavoces. Porque detrás de cada mensaje hay una necesidad de venta y lo que decimos y cómo lo decimos influye en la percepción que los usuarios van a tener de nuestros productos y servicios.
Algunas recomendaciones básicas pasan por:
-Preparar bien los mensajes de lo que quieres contar
– Explicarlo de forma cercana y clara
– No alargarse demasiado en detalles innecesarios
– Estar al día del contexto en que vas a contarlo
– Prever todo tipo de reacciones a tu historia y preparar respuestas a las preguntas más inverosímiles
– No dudar en posponer para otro momento alguna aclaración
– Cuidar que tu comunicación no verbal reafirme lo que aseveran tus palabras
Saber qué decir no es complejo. Lo complejo es decir algo cuando no tienes nada que decir. Y ahí nace otra vez la mentira o el aburrimiento del periodista. Al final, como decía la canción, hay que mirar siempre el lado brillante de las cosas y recordar que si no quieres que nadie se entere, es mejor no hacerlo.